Tal vez haya llegado el momento de reconocer que para ese viaje no hacía falta alforjas. En mi analepsis veo a Artur Mas en una entrevista en la que muestra la conmoción ante el gentío que agrupó uno de los 11 S. Su declaración, precedida de un redoble de tambor que algunos pudimos escuchar, fue sumarse al movimiento soberanista que en ese instante ocupaba las calles de Barcelona. Retomemos el segundo previo al compromiso de quien era por entonces nuestro President, otorguémosle una segunda oportunidad antes de que sus palabras se conviertan en el origen de un viaje a ninguna parte. Después de haberse demostrado que con la internacionalización del procés (y con el dinero de los contribuyentes) se le quiso dar la vuelta al mundo, resultó que el mundo le dio la vuelta al procés; aun así, mirándonos a los ojos, no vamos a deleitarnos en el escarnio. Ha llegado el momento de aceptar que la parábola del hijo pródigo es aún vigente. Si primero fue el Parlamento, posteriormente el TC, luego se le cerraron las puertas de la UE y desde EEUU se evitó todo tipo de vinculación (incluimos a Jimmy Carter), ahora nos hemos encontrado con la declaración de la Comisión de Venecia, en la que se repite por enésima vez que cualquier referendo debe ajustarse a la Constitución Española, esa que obtuvo en Cataluña el 90,46% de votos favorables.
Retomo al señor Mas, al que he dejado arriba con la boca abierta. Estoy convencido de que en ese segundo antes de responder, su inteligencia se anticipó a lo venidero, pero no por ello dejó de traicionarse.
Aun sacando pecho, habrá que ir asumiendo, incluso a regañadientes, que el camino es otro, de lo contrario, el único objetivo del procés será el mismo procés.